El impacto del patógeno sobre mi conciencia

Esta nota nace de la reflexión en torno al oficio de enseñar y el arte de educar.

La viñeta nos muestra a un atento y aplicado grupo de loros repitiendo la lección aprendida ante el burro(J.J Grandville, mediados de siglo XIX). El profesor, reducido al papel de un dignísimo y trajeado bombardero de contenidos, arroja sin la más mínima consideración un tremendo volumen atiborrado de fechas, conceptos y datos sobre los estudiantes, que recitan mecánicamente, esperando el beneplácito del maestro.

¿Cuántas veces, observando a nuestros  alumnos/as en el aula, hemos sentido la sensación de que estaban sintiéndose como los personajes de la caricatura? ¿Acaso no me he sorprendido en más de una ocasión convertido en ese absurdo personaje de levitón decimonónico, soltando de golpe una retahíla caduca y ajena a la realidad de los estudiantes? Intento que NO.

Lejos de ser una herramienta crítica con la que analizar la sociedad y enfrentarse al presente, nuestra materia y NUESTRA LABOR parece que la quieren condenar a ser recitada como un mantra por loros bien enseñados en la docilidad, y maestros que siguen a ciegas las directrices dictadas unilateralmente por quien nos gobierna. Qué prisa, señores dirigentes, por avanzar contenidos, a cuenta de ponerse de perfil solapado ante una situación crítica y límite que por desgracia estamos viviendo.¿Acaso nos hemos olvidado de que en una sociedad democrática, la tarea de enseñar y educar ha de ser estimulante y debe perseguir la formación de ciudadanos libres, conscientes del precio de una libertad conquistada en un enmarañado camino de ideas y vueltas atrás de los siglos?

Para ello, resulta imprescindible que nuestros jóvenes y niños puedan desarrollar un espíritu crítico, su capacidad para cuestionarse verdades establecidas en su camino hacia la madurez cívica. Son estos ciudadanos, dotados de sentido crítico para ejercer consecuentemente su libertad, los que hacen posible la democracia. Sin ellos, la democracia languidece a la sombra de espectáculos electorales y agoniza en los simulacros actuales de debates, juntas y normativas.

La escuela, obsoleta después de esto, ha de ser diferente y competente señores: expresión corporal, arte, música, teatro, danza, cine, etc. Ser competente es buscar el reto de saber por dónde, de reflexionar. Nosotros somos los que tenemos que decir nuestro futuro educativo.Un ordenador y una tablet con la  intención de ser  suministrada a última hora por ciertos organismos dirigentes como el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura denota una hipocresía digna de ser mencionada.

Una clase es mucho más que contenidos y procedimientos. Una clase es un ejercicio de creación, de improvisación, en donde las emociones, la expresividad, el contacto, la sorpresa, el humor y los sentimientos se ponen en juego para dar algo mucho más allá que una mera transmisión de contenidos. Quien no siente este oficio no lo comprenderá NUNCA. No nos consideramos asignatureros, obsesionados con los resultados, las estadísticas, los informes burocráticos y las notas finales, muchos de ellos "desertores de la tiza"  no saben ni sabrán nunca tratar con alumnos. Están conviertiendo nuestro oficio en lo que NO ES.

L a epidemia que hoy nos ha situado ahí fuera nos ha puesto frente al espejo.Nos reinventaremos y  recuperaremos la esencia de la educación, eso que hace imprescindibles a profes, familias y alumnos. Esa formación que nos hará luchar contra la demagogia, el miedo y la ignorancia.

Este es mi sentir y el de los compañeros y compañeras que de igual manera compartimos . Así me lo hacen sentir en el día a día , ya sea trabajando en el colegio como, ahora, trabajando  desde sus casas.

Y de momento,a todas vuestras preguntas,nos conformamos con la mejor de las respuestas a la gallega: UN "Q.Q.Q.T.D" (QUE-QUIERES -QUE -TE  -DIGA-)-añado-neno.

 A modiño,xuntiños saíremos.!




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