En nuestro barco particular llevamos un hermoso tesoro: la caja de las caricias. La idea es ir llenando la caja según el tesoro que encontremos. Esta vez le toca al otoño, cáscaras de nuez. Más adelante habrá avellanas, bellotas, hojas, calabazas, castañas...La premisa es no sacar nada ella, sólo tocar con nuestras manos los tesoros y las manos de nuestros compañeros. Por veces la utilizaremos libre y espontáneamente de manera individual por el placer de investigar, tocar, sentir y curiosear; otras intencionadamente con nuestra intervención realizaremos juegos: por ejemplo, buscar la nuez más grande...Ahora, en principio, nos toca decorarla.
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Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Las hambres de contacto y reconocimiento pueden ser apaciguadas con "caricias".Las caricias son "cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia del otro". Las caricias pueden ser dadas en forma de toque físico real o por medio de alguna forma simbólica de reconocimiento, como una mirada, una palabra, un gesto o cualquier acto que signifique "yo sé que estas ahí".
Las caricias dan a las personas suficiente seguridad como para pedir lo que necesitan y suficiente generosidad para dar a otros lo que a su vez necesitan.
Es evidente que de pequeño no se tiene capacidad ni potestad para elegir, pero en la edad adulta cada persona escoge su propio menú de caricias, aunque en ocasiones no sea el que más le conviene. En cualquier caso, siempre puede ser un buen momento para ver si, en lo que a caricias respecta, estamos en nuestro peso adecuado o si tenemos que modificar en parte o totalmente nuestro modo de alimentarnos de este nutriente táctil indispensable para nuestro corazón.
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